Dos tiendas de coloridos textiles, muy diferentes entre ellas, sirven a la comunidad de migrantes africanos en Nueva York y expanden el mercado y el interés en estas coloridas fábricas en otras partes del continente
El uso más simple de los textiles es práctico, fabricar ropa para vestirnos. Pero los humanos somos complejos y usamos textiles con diversos colores y patrones que representan una parte de nuestra identidad cultural. Y para los inmigrantes del occidente de África el acceso a las telas que se producen o son populares en sus países de origen, representa una forma de mantener su identidad y cultura desde el sur del Bronx.
Zia Gulraiz, gerente de la tienda Holland Textiles en el barrio de Melrose, me explicó que los colores y patrones de los textiles que venden muestran las diferentes culturas que conviven en el vecindario. “Los nigerianos probablemente van a buscar ir combinaciones de amarillos y rojos o azules con naranja. Los ghaneses están interesados en los verdes y cafés o en los verdes con naranja. Los de Costa de Marfil, Guinea y Gambia buscan blancos con morados y azules o combinaciones de blanco con verde, rojo y amarillo. Los congoleses son diferentes y van por colores muy brillantes”, dijo Gulraiz.
Un estudio de Pew Research Center reveló que la población de inmigrantes africanos se ha duplicado en Estados Unidos cada década desde 1970. La presencia de estos migrantes se ha sentido en la ciudad de Nueva York desde finales de la década de los ochenta, con la creación del barrio Le Petiti Senegal -el pequeño Senegal- en Harlem.
Según datos de la ciudad en los barrios de Mott Haven, Melrose, Port Morris, Longwood y Hunts Point la población de inmigrantes latinos es del 73%. Y casi el 12% de los inmigrantes en los mismos barrios son de diferentes naciones de África occidental.
Dada la creciente población de África occidental en el Bronx, Holland Textiles, una compañía belga y la mayor distribuidora de textiles africanos en Europa y Norteamérica, decidió en el 2007 abrir un local en el condado. Según Gulraiz, ellos se especializan en importar textiles para sus clientes africanos. Él nació en Pakistán y se mudo a Nueva York hace 7 años para manejar la tienda.
Moctar Yara emigró de Mali a Nueva York hace 29 años en “busca de una mejor vida”. En 1999 creó Yara African Fabrics, un local en la calle 125 de Harlem donde vendía textiles de África. Yara tuvo que cerrar su local por el aumento de los precios de arriendo; hoy maneja su negocio desde una bodega en Port Morris.
La compañía holandesa Vlisco lleva 150 años produciendo y vendiendo textiles con colores y patrones del occidente de África. Holland Textiles es el distribuidor exclusivo de Vlisco en Norteamérica, un textil de esta marca se consigue a 95 dólares. Yara evita textiles producidos en Europa y busca vender telas que sean producidas en África, viajando constantemente en busca de materiales y diseños. Un ejemplo es una tela de diseño kente -tradicional de Ghana- fabricada en Mali.
Según Gulraiz la gran mayoría de sus clientes son inmigrantes de África occidental que viven en el Bronx buscando las telas que hubieran encontrado en sus países de origen. Yara por otro lado, intenta vender sus textiles a tiendas de diseño en todo el continente. La mayoría de sus clientes están en California y vende en grandes ferias textiles, aunque recientemente ha encontrado clientes latinoamericanos, como un “empresario colombiano que compra mis telas para hacer cojines, o, un diseñador brasileño que las usa para sus diseños”.
Los clientes de Holland Textiles utilizan sus telas para hacer diferentes vestidos y la gran mayoría contratan a sastres profesionales como Djounedou Titikpina “Titi”, cuyo sitio de trabajo está en el segundo piso del local. Yara dice que sus textiles se pueden usar “para cualquier cosa, como decoraciones, cortinas, cojines y fundas; no solamente para vestidos”. La mayoría de los textiles africanos se hacen con algodón, pero los más finos y caros son de seda.
“Titi” tiene 34 años de experiencia como sastre y afirma que “su profesión es de amor y sentimiento”. Durante nuestra conversación el trabajo en un vestido de novia y me mostró cientos de sus creaciones en Instagram, donde sus clientes aparecen en los eventos “más importantes de sus vidas” usando las piezas que él creó.
Sus trabajos, los precios y el tiempo de trabajo cambian dependiendo de la complejidad de la pieza. Hay encargos que Titi completa en unas horas y valen menos de 100 dólares, mientras hay otras que le toman hasta un mes y valen más de mil dólares.
Para Titi y para Yara estos textiles son especiales por sus colores y sus diseños, muestran la identidad y cultura africana que buscan continuar y preservar en Nueva York; “nosotros somos gente llena de muchos colores” agregó Titi.